El lanzamiento de disco: un ránking petrificado entre sombras de dopaje

Si no fuera por el diámetro más amplio del artefacto que agarra y porque el lanzador está en cueros, el discóbolo de Mirón, esculpido hace 26 siglos, parecería la viva imagen de un atleta actual en el momento de iniciar el movimiento técnico para imprimir potencia al disparo.

El lanzamiento de disco constituye una disciplina petrificada en el tiempo, en un deporte que apenas ha evolucionado, y los años oscuros del dopaje en la Europa del Este, con sus marcas de los años ochenta inaccesibles para los atletas actuales, contribuyeron también a trazar un ránking anclado en el pasado.

El récord mundial masculino permanece desde hace 34 años en poder del alemán Jürgen Schult, que el 6 de junio de 1986 lanzó 74,08 metros en Neubrandemburgo (antigua RDA), y la segunda marca de todos los tiempos (del lituano Virgilijus Alekna con 73,88) cumplirá en agosto 20 años.

Trece de las mejores marcas de todos los tiempos, en el ránking masculino de disco, se consiguieron el siglo pasado en una disciplina netamente europea: atletas del viejo continente copan los 8 primeros puestos de la lista mundial de todos los tiempos.

La sensación de inmovilidad en el escalafón es todavía más intensa entre las mujeres. Según recuerda Historias y Estadísticas de Atletismo en Twitter, la croata Sandra Perkovic, número uno del disco en el presente siglo con su marca de 71,41 metros, ocupa sólo un modesto decimoquinto lugar en el ránking de todos los tiempos.

Este domingo cumplió 30 años. Perkovic puede presumir de haber sido dos veces campeona olímpica (Londres 2012 y Río 2016), otras tantas campeona mundial (Moscú 2013 y Londres 2017) y cinco de Europa (Barcelona 2010, Helsinki 2012, Zúrich 2014, Ámsterdam 2016 y Berlín 2018), pero a efectos de ránking es apenas una advenediza.

Cuando la atleta de Zagreb logró su récord personal, el 18 de julio de 2017 en Bellinzona (Suiza) con su tiro de 71,41, hacía 25 años que una mujer no lanzaba más que ella: la china Yanking Xiao con sus 71,68 de 1992.

El récord mundial femenino amenaza con eternizarse en poder de la alemana oriental Gabriele Reinsch con su marca de 76,80 conseguida -curiosamente, también en Neubrandemburgo aunque dos años después- el 9 de julio de 1988, poco antes de los Juegos Olímpicos de Seúl.

El escándalo Ben Johnson (expulsado por dopaje de los Juegos surcoreanos después de ganar los 100 metros con récord mundial, 9.79) empezó a poner las cosas más difíciles a los tramposos. La caza del dopado y la inversión masiva en programas antidopaje modificó un panorama corrompido.

Pero las listas oficiales, para desesperación de los discóbolos del siglo XXI, permanecieron inalterables pese a que surgieron propuestas de eliminarlas y otras encaminadas a hacer borrón y cuenta nueva con la entrada de la nueva centuria, para no tachar del todo unos registros que, manchados por la sospecha, ya pertenecen a la historia.

Abrirse paso, no ya en el top-10, sino incluso en el top-20, del ránking femenino de disco constituye una empresa de titanes. Los once primeros puestos reflejan marcas anteriores a 1990 y Sandra Perkovic es la única que esgrime un lanzamiento del presente siglo para ganarse una plaza entre las veinte mejores.

En tiempos de pandemia y confinamientos, de suspensión de competiciones deportivas e intentos desesperados de reinventarse para no morir, Milón de Eléuteras se sorprendería, si levantara la cabeza, de que la disciplina practicada por su escultura inmortal apenas ha cambiado en 26 siglos.

José Antonio Diego

(c) Agencia EFE

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