En un pequeño pueblo, donde el aroma a pan recién horneado se mezclaba con el sonido de los niños jugando en la calle, vivía Mara, una adolescente de 13 años que lidiaba todos los dias enfrentar una realidad que quizas no era la de todas ls chicas de su edad .Su vida era una danza entre la harina y el balón. Durante el día, ayudaba a su madre, una mujer fuerte y trabajadora, a amasar y hornear el pan en un antiguo horno de barro. El calor del horno no solo cocinaba el pan, sino que también ardía en el corazón de Mara, quien soñaba con un futuro más allá de su humilde hogar.
Las tardes las dedicaba a estudiar en el colegio del barrio, donde era una alumna standar , le gustaba tener amigas pero a veces las oportunidades no eran del todo generosas con ella. Ir al cine o salir a comprar con amigas se le hacía a veces imposible. La calle estaba dura y había prioridades en su casa . Vendía con facilidad, pero su verdadera pasión la encontraba al pasar frente del club de fútbol cerca de su casa. El sonido de la pelota golpeando la red, la hinchada los domingos que desde su casa se escuchaba la hacía vibrar. Un día, impulsada por una fuerza inexplicable, decidió entrar. Allí, descubrió un grupo de chicas que practicaban el fútbol , estaban en competencia y se las veía con mucho entusiasmo , ahí conoció a Daniel, un entrenador fuera de lo común , ella vio por un momento en él la oportunidad hecha realidad. Su temperamento la llevó sin mucha vergüenza a presentarse , Daniel con un corazón enorme y pasión en su trabajo le abrió la puerta de lo incierto, le dijo que solo ella podía hacer realidad las cosas a cambio del precio establecido , ella le pregunto cual era el costo de la cuota a lo que Daniel le respondió : un poco de esfuerzo, resiliencia y la constancia era el precio de su destino.
Daniel vio en Mara un talento innato. Descubrió en ella una arquera excepcional, ágil y con reflejos felinos. A partir de ese momento, Mara dividió su tiempo entre el estudio, el hogar y los entrenamientos. Con cada atajada, con cada entrenamiento, su sueño crecía. Quería ser una futbolista profesional, no solo para salir de la pobreza, sino para demostrar que las mujeres también podían triunfar en el deporte.
Mara ya llevaba algunas semanas entrenando con el equipo. Su talento era indiscutible, pero no todo era color de rosa. Las compañeras más veteranas, acostumbradas a ser las estrellas del equipo, veían con recelo la llegada de esta joven promesa. Al principio, las miradas eran de curiosidad, luego de indiferencia y finalmente, de abierta hostilidad.
Sus compañeras, lideradas por la capitana, Sofía, una delantera rápida y habilidosa, no ocultaban su envidia. Sofía, acostumbrada a ser el centro de atención, se sentía amenazada por la nueva arquera. En cada entrenamiento, encontraba la manera de menospreciar a Mara, ya fuera con comentarios sarcásticos sobre su vestimenta, su forma de entrenar o incluso sobre su origen humilde.
Un día, durante un partido de entrenamiento, Sofía remató un potente disparo que Mara atajó de manera espectacular. En lugar de aplaudir su habilidad, Sofía se acercó a ella con una sonrisa burlona y le dijo: «Qué suerte que tenés». Las demás compañeras asintieron, reforzando la actitud de Sofía.
Mara sintió un nudo en la garganta. Quería responder, pero miro a su entrenador que tanto le insistió con la disciplina y comportamiento, sabía que cualquier palabra solo empeoraría la situación. Se limitó a sonreír y seguir con el entrenamiento. Después del partido, mientras recogía sus cosas, Sofía se acercó nuevamente y le dijo: «Si quieres quedarte en el equipo, tendrás que aprender a comportarte. Aquí mandamos nosotras».
Mara se sintió humillada. Nunca había experimentado una situación así. Sin embargo, en lugar de dejarse vencer por la tristeza, decidió enfrentar el problema de frente. Al día siguiente, llegó al entrenamiento más temprano que nadie. Mientras las demás compañeras se preparaban, Mara se acercó a Sofía y le dijo: «Sé que te sientes amenazada por mí, pero yo solo quiero jugar al fútbol y ayudar al equipo a ganar. No quiero ser tu enemiga».
Sofía la miró sorprendida. No esperaba esa actitud de Mara. Después de un momento de silencio, respondió: «No es fácil para nosotras verte destacar tanto. Hemos trabajado mucho para llegar hasta aquí».
Mara asintió. «Lo entiendo. Pero también sé que juntas podemos lograr mucho más. Podemos ser un equipo invencible». que la amistad o la admiración por alguien vienen con los resultados del sacrificio. Yo quiero jugar , acá me olvido de muchas cosas que quizas tu no las pasas y que bueno por vos, solo dejenme demostrar lo que juntas podemos lograr.
A partir de ese momento, la relación entre Mara y Sofía comenzó a cambiar. Poco a poco, las demás compañeras fueron siguiendo su ejemplo. Se dieron cuenta de que Mara no era una amenaza, sino una compañera de equipo valiosa.
Mara demostró con hechos que su talento era real y que estaba dispuesta a trabajar duro por el equipo. Con el tiempo, se convirtió en una líder tanto dentro como fuera del campo. Y así, lo que comenzó como una rivalidad, se transformó en una amistad sólida y duradera.
Este episodio marcó un antes y un después en la vida de Mara. Le enseñó que para alcanzar el éxito, no solo se necesita talento, sino también la capacidad de superar los obstáculos y trabajar en equipo. Daniel le habia enseñado mucho de eso , ella lo escuchaba mucho y preguntaba lo que no entendía. Y aunque el camino no siempre fue fácil, Mara nunca perdió de vista su sueño de convertirse en una gran futbolista
Los días eran largos y agotadores. Mara se levantaba antes del amanecer para ayudar a su madre, luego corría al colegio y por las tardes se entregaba por completo al fútbol. A pesar de la fatiga, nunca perdió la sonrisa. Sabía que cada sacrificio la acercaba más a su meta.
Mara se sentía en la cima del mundo. Sus reflejos en lel arco eran cada vez más agudos, el equipo ganaba partido tras partido y su relación con las compañeras se había consolidado. Sin embargo, su vida no se reducía solo al fútbol. Tenía responsabilidades escolares y, por primera vez en mucho tiempo, había sacado una mala nota en matemáticas.
La idea de enfrentar a su madre con esta noticia la aterraba. Doña Paula, además de ser su mayor apoyo, era una mujer muy estricta con los estudios. Sabía que si se enteraba de su bajo rendimiento, no solo la regañaría, sino que probablemente le prohibiría ir a los entrenamientos.
Mara se debatió entre la verdad y la mentira. Por un lado, sabía que mentir estaba mal, pero por otro, no quería perderse ni un solo entrenamiento. Después de mucho pensarlo, decidió ocultar la nota a su madre. Se inventó una excusa sobre un trabajo en grupo que debía terminar y le pidió permiso para quedarse más tiempo en la escuela.
Doña María, aunque desconfiada, accedió. Mara salió corriendo hacia el campo de fútbol, con el corazón acelerado. Durante el entrenamiento, no podía concentrarse. La culpa la carcomía por dentro. Se sentía como si hubiera cometido una falta grave, no solo contra su madre, sino también contra sí misma.
Al final del entrenamiento, Daniel se acercó a ella y notó que algo andaba mal. Mara, con los ojos llorosos, le confesó todo. Daniel la escuchó con paciencia y luego le dijo: «Mara, sé que estás pasando por un momento difícil, pero mentir nunca es la solución. Tu madre te quiere mucho y solo quiere lo mejor para ti. Debes ser sincera con ella».
Con el corazón en un puño, Mara fue a casa y le contó a su madre la verdad. Doña María, aunque sorprendida y decepcionada, no la regañó como ella esperaba. En cambio, la abrazó y le dijo que todos cometemos errores y que lo importante es aprender de ellos.
A partir de ese momento, Mara se dio cuenta de que no podía seguir descuidando sus estudios. Comenzó a estudiar más y a organizarse mejor. Además, se propuso ser más honesta consigo misma y con los demás.
La lección que aprendió Mara fue invaluable. Comprendió que para tener éxito en cualquier ámbito de la vida, es necesario ser equilibrado y responsable. Y lo más importante, aprendió que la honestidad es el mejor camino para construir relaciones sólidas y duraderas.
Con el tiempo, Mara se convirtió en una de las mejores arqueras del país. Su nombre resonaba en los estadios. Pero lo que más la llenaba de orgullo era ver la felicidad de su madre y de sus hermanos. Gracias a sus logros, pudieron mejorar su calidad de vida.
Mara estaba viviendo un sueño. Su talento la había llevado a ser una de las arqueras más prometedoras de la liga. El amor por su equipo y sus compañeras era inmenso, pero una nueva oportunidad se presentó en su horizonte: un club de primera división la había fichado. La propuesta era tentadora: mejores instalaciones, un poco de ayuda económica y la posibilidad de jugar al máximo nivel.
La noticia causó un gran revuelo en el equipo. Todas estaban orgullosas de Mara, pero también sentían una punzada de tristeza al pensar en su partida. Sus compañeras, que la habían visto crecer desde sus inicios, se mostraban a la vez felices por ella y tristes por perder a su amiga y compañera de equipo.
Mara se sentía dividida. Por un lado, la idea de jugar en un equipo más grande y de enfrentar nuevos desafíos la emocionaba. Pero por otro, no quería dejar atrás a sus amigas y a su entrenador, quienes habían creído en ella desde el principio.
Pasó noches sin dormir, dándole vueltas a la decisión. Habló con su madre, con Daniel y con sus amigas más cercanas. Todos la apoyaron y le dijeron que tomara la decisión que la hiciera más feliz.
Finalmente, Mara tomó una decisión difícil pero consciente. Agradeció a su equipo y a su entrenador por todo lo que le habían dado, pero decidió aceptar la propuesta del nuevo club. Sabía que era una oportunidad única que no podía dejar pasar.
El día de su despedida fue muy emotivo. Sus compañeras la abrazaron y le desearon lo mejor. Daniel, con los ojos llenos de lágrimas, le dijo: «Siempre serás parte de este equipo, Mara. Nunca olvides de dónde vienes».
Mara se marchó con el corazón lleno de sentimientos encontrados. Sabía que estaba tomando la decisión correcta, pero también sentía una gran nostalgia por todo lo que dejaba atrás.
En su nuevo equipo, Mara siguió demostrando su talento y se convirtió rápidamente en una de las figuras más importantes. Pero a pesar del éxito, nunca olvidó sus raíces ni a las personas que la habían ayudado a llegar hasta allí.
Cada vez que volvía a su ciudad, visitaba a sus antiguas compañeras y a Daniel. Y aunque las cosas habían cambiado, el cariño y el respeto que sentían el uno por el otro seguía siendo el mismo.
La historia de Mara nos enseña que la vida está llena de decisiones difíciles. A veces, tenemos que elegir entre lo que queremos y lo que necesitamos. Y aunque las despedidas siempre son dolorosas, los nuevos comienzos pueden traer consigo grandes oportunidades
Como muestra de agradecimiento, Mara decidió regalarle a su madre una cocina moderna. La vieja estufa de leña fue reemplazada por una cocina reluciente. Al ver la cara de felicidad de su madre, Mara comprendió que todos sus esfuerzos habían valido la pena.
La historia de Mara es una historia de superación, de lucha y de sueños cumplidos. Es la historia de una joven que, con esfuerzo y dedicación, logró transformar su vida y la de su familia. Y es también una historia que nos inspira a todos a perseguir nuestros sueños, sin importar los obstáculos que encontremos en el camino.
Idea :David Pedraza
Editorial Pasión de Campeonas
Agosto 2024